Caracas.- Como pintor que firma sus cuadros, el pitcher zurdo José Quijada autenticó este miércoles en Cleveland su obra cumbre: lanzar en Grandes Ligas. Su lienzo fue el montículo del Progressive Field de Cleveland, sobre el cual literalmente grabó su inscripción en los libros como el venezolano 399 que logra jugar en las mayores, o el 400 si su lista incluye al estadounidense Josh Barfield, cuyo nacimiento en Barquisimeto es su único y accidental nexo con el país.
Cada vez que escala la loma, Quijada hunde el índice izquierdo en la tierra del morrito y con él sella su autoría. Lo que garabatea en el suelo no es su nombre, pero sí su marca personal, su santo y seña y homenaje a cuatro pilares de su vida: Jordan, Heiler, Dios, Salud. Cumplido el rito empieza a pincelar su creación. Así lo hizo el 24 de abril de 2019, la fecha patria de su carrera, el día cuando debutó en la Gran Carpa con los Marlins de Miami. Con dos outs, ambos por ponche, y sin anotaciones a su cargo frente a los Indios, el serpentinero de 23 años de edad trazó el boceto de su acuarela como bigleaguer.
“Es algo que siempre hago”, refiere Quijada en conversación telefónica luego de su participación en el sexto inning del juego del miércoles entre Marlins e Indios. “Llego, y con el dedo recuerdo en la lomita a Jordan, mi sobrino de nueve años que tiene un ojito enfermo, a Heisler, mi hijo de dos años, a Dios y a la salud. Lo borro y luego me echo tierra en el brazo para comenzar a lanzar. Es largo y por eso me tardo un poco, pero lo hago rápido”.
Como es costumbre, Quijada no vio venir el ascenso desde Triple A a las Mayores. “Estábamos en la práctica y los muchachos bateaban”, describe el escopetero nacido en Caripito, estado Monagas. “Y en esas el manager (Keith Johnson, piloto de los Baby Cakes de Nueva Orleans) me llama a la oficina. Empieza a hablarme, muy calmado, sobre mi guante, que al parecer está muy blanco y eso llamó la atención de un umpire. Y de pronto me suelta, junto al coach de pitcheo, que me voy para Grandes Ligas. Yo lo que hacía era darles las gracias a cada rato. Me quedé sin palabras”.
Quijada voló la noche del lunes a Cleveland y allá se unió a los Marlins. El martes estaba en el bullpen, pero no lo usaron. Y el miércoles, cuando el dirigente Don Mattingly lo reclamó en la cima del Progressive Field, sentía nervios, a pesar de que sospechaba que lo iban a traer porque venían zurdos en el lineup de los Indios. Y los zurdos son su asignatura.
“En cuanto hice el primer pitcheo me dije, qué pasa, vamos pa’rriba. Y se me quitaron los nervios”, describió Quijada. “A mí me gusta mucho enfrentar a zurdos y contra ellos soy más agresivo. Ataqué temprano con mi recta y vino el primer ponche (a Jason Kipnis). El derecho (Mike Plawecki) me dio doble y vino el otro zurdo (Jake Bauers) y también lo ponché. Vino otro a la derecha (el ambidiestro Mike Morof) y el coach de pitcheo (Mel Stottlemyre Jr.) vino a decirme que la primera estaba vacía, que si lo pasaba no había problemas, que le lanzara difícil. Yo siempre lanzo tarde en los partidos, así que no puedo llegar a vender nada. Me gusta dejar el juego como me lo entregan. Tal vez por eso doy algunas bases por bolas”.
Tras el pasaporte a Morof, Mattingly le quitó la pelota. De todos modos estaba feliz. “Me habría sentido más contento si terminaba el inning, pero sé que en este equipo vendré contra los zurdos”, comentó Quijada.
Y así se convirtió José Quijada en el venezolano 399 que juega pelota mayor, o el 400. “Yo sabía que iba a jugar en Grandes Ligas”, suelta el zurdo, que en su país defiende a los Caribes de Anzoátegui.
“Me ha llegado mi momento y me quedo sin palabras cuando leo que soy el venezolano 400 en Grandes Ligas. En Caripito, allá en los Mangos, la noticia se regó. Mi saludo para mi pueblo. Otro de Caripito (como Jesús Marcano Trillo, como Alex Cabrera, como su vecino y amigo Ildemaro Vargas) llegó a las Mayores. Soy uno más del grupo”.
